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COMENTÁRIOS DA LIÇÃO DA ESCOLA SABATINA

SEGUNDO TRIMESTRE DE 2021


Capítulo 6

EL VERDADERO ISRAEL Y LA TIERRA PROMETIDA

El estado de Israel moderno es una tierra de contrastes. Es una nación industrial avanzada que cuenta con algunas de las tecnologías más sofisticadas, que van desde la fabricación de productos farmacéuticos hasta el desarrollo de lo último en memorias para computadoras en la planta Intel más grande del mundo. Sin embargo, también podemos ver a los beduinos viviendo en tiendas de campaña y moviéndole de un lugar a otro, de una manera no muy distinta a corteo lo hacía Abraham hace casi cuatro mil años. Es uná tierria de diversidad religiosa en la que se encuentran lugares sagrados del judaismo, el cristianismo y el islam. Podemos ver a los musulmanes rezando en dirección a La Meca, y luego verlos regatear en los mercados callejeros de la ciudad vieja. Sorprenda el contraste de los judíos jasídicos, inclinándose casi en coreografía para orar en el Muro de las Lamentaciones el sábado, mientras jóvenes judíos bailan al son de una banda de rock cerca de la calle Ben Yehuda el sábado en la noche.

De hecho, el nombre "Israel" en sí mismo trae a la mente pensamientos que a menudo entran en conflicto. Algunos piensan en el estado de Israel establecido el 14 de mayo de 1948 bajo el auspicio de las Naciones Unidas. Otros imaginan al Israel de la Biblia, el pueblo de Dios de la antigüedad. Los cristianos pueden pensar en la iglesia, como ciertos pasajes del Nuevo Testamento podrían sugerirlo. Los dispensacio-nalistas también podrían pensar en un Israel de Dios del futuro: un pueblo que supuestamente reinará durante mil años en la tierra.

Ya sea que pensemos en el Israel del pasado, en el Israel del presente o en el Israel del futuro, la pregunta permanece: ¿Quiénes constituyen el verdadero "Israel de Dios"? ¿Solo los descendientes sanguíneos de Abraham? ¿Exclusivamente aquellos que tienen la ciudadanía en el estado de Israel moderno? ¿Una combinación de judíos y cristianos? ¿La iglesia cristiana compuesta? ¿Quiénes pertenecen al verdadero Isfael? ¿Pertenecemos al verdadero Israel?

EL SURGIMIENTO DE ISRAEL

La lógica nos indica que debemos comenzar la investigación en el Antiguo Testamento. Por la forma en que Dios describe su propósito para el antiguo Israel, podemos entender cómo nació el concepto de Israel y qué incluye. En primer lugar, debemos reconocer que el Israel de los tiempos del Antiguo Testamento se convirtió en una entidad nacional porque Dios lo eligió para que fuera su "pueblo santo" (Deut. 7:6; 14:2; 26:18,19). En un caso, y solo en uno, Dios designó a Israel como una "nación santa" (Éxo. 19:6, NVI).

El designio expresado por Dios de que el Israel que estableció en Egipto debía ser un "pueblo santo" o una "nación santa" indica claramente que esto de que fueran "santos" era una iniciativa divina. Esta observación deja en claro que el antiguo Israel, designado con los nombres de "pueblo santo" o "nación santa", no se caracterizaba por tener una santidad inherente que los hacía dignos de mérito. Más bien, el término "santo" representa el hecho de que Dios separó a este pueblo, o lo apartó de otros pueblos, así como de las prácticas paganas, para que cumpliera un propósito específico en el plan de Dios para la salvación del mundo.

De especial importancia es el hecho de que Israelllegaría a ser un "reino de sacerdotes" y una "nación santa" (Éxo. 19:5,6, NVI). La expresión "reino de sacerdotes" no es sinónimo de "nación santa", ni se puede reducir a la idea de que serían sacerdotes reales o reyes sacerdotes. El contexto del pacto en el monte Sinaí (ver Éxo.19), durante el cual Dios les confirió este título, revela que la expresión "reino de sacerdotes" simplemente era una designación de Israel como el pueblo del pacto. Este pueblo del pacto tenía un propósito definido entre las naciones y estados circundantes, pero no simplemente como una nación o estado vecino más. Más bien, Dios tenía el propósito de que ellos, como reino sacerdotal, prestaran servicio entre y a las naciones del mundo. Sería un reino de sacerdotes que operaría dentro de la sociedad en general para revelarles tanto a Dios como su estilo de vida.

La expresión "nación santa" (Éxo. 19:6, NVI) resalta este papel especial que^ios^tenía en mente para Israel. La expresión "santa" ño implicaba que tuvieran un estatus superior propio. Máb bien, expresaba que Israel había sido separado o apartado de las otras naciones por la gracia de Dios con un propósito específico. Estaba apartado para pertenecer a Dios y revelar en la calidad de su vida y su existencia el pacto que habían entablado con Dios, así como para llevar también a otros a tener esa misma relación. Cada vez que el pueblo elegido no cumplía con el ideal divino para ellos, Israel dejaba de ser el verdadero Israel de Dios, y se reducía al nivel de una entidad política nacional común y corriente.

LA PROMESA DE LA TIERRA

En el capítulo anterior, analizamos la promesa que Dios hizo a Abraham de darle una tierra, como se registra en Génesis 12:1 al 3. Vimos cómo, en un acto de obediencia incondicional, Abraham abandonó Ur (Gén. 11:31) y posteriormente Harán, "para ir a la tierra de Canaán" (Gén. 12:4,5). Una vez que Abraham llegó a la tierra de Canaán, el Señor se le apareció en Siquem y le dijo: "A tu descendencia daré esta tierra" (Gén. 12:7). Pero ¿de qué tierra hablaba? ¿Cuál es su extensión territorial?

No tenemos que buscar muy lejos en el libro de Génesis para encontrar que Dios le revela a Abraham la extensión territorial de la tierra que le prometió. En Génesis 15:18 al 21 se nos da una breve descripción de ella: el río Éufrates limita al noreste, la entrada de Hamat al norte, el "Gran Mar" o Mar Mediterráneo al oeste, el río de Egipto (el Nilo) en el sur y el desierto al orienté. La extensión territorial de la tierra que más tarde se le prometió a Moisés era esencialmente la misma (véase Éxo. 23:31; Deut. 11:24; compárese con Jos. 1:4).

Dios dejó en claro que la promesa de la tierra era condicional. "Si a pesar de esto todavía no me obedecen -dijo-[...] asolaré al país [...] los esparciré entre las naciones" (Lev. 26:27,32,33). La desobediencia traería como consecuencia la pérdida de la tierra prometida al Israel literal.

En este sentido, también tenemos que recordar declaraciones de otros profetas del Antiguo Testamento que nos cuentan cómo Dios esperó que Israel le fuera fiel, pero eri su lugar el pueblo cayó en una absurda desobediencia. En vez de mostrarse dedicados y separados como un "reino de sacerdotes" y una "nación santa", se convirtieron en un "pueblo cargado de maldad" (Isa. 1:4). Una y otra vez Dios envió a sus profetas para que regresaran al buen camino, pero el pueblo llegó "hasta lo más bajo en su corrupción" (Ose. 9:9) y se apartó obstinadamente de Dios (Ose. 11:7; Amos 3:1; Eze. 16:2,23; etc.).

EL CUMPLIMIENTO DE LA PROMESA DE LA TIERRA PROMETIDA

El cumplimiento de la promesa de que Israel recibiría la tierra comenzó durante los días de Moisés. El libro del Éxodo relata detalladamente los preparativos para la liberación de Egipto, la liberación misma, el pacto que Dios hizo con ellos en el monte Sinaí, el recorrido errático por el desierto, las instrucciones para armar el tabernáculo, la apostasía y la renovación del pacto. Moisés, en su discurso de despedida, declara: "¡Miren, les doy toda esta tierra! Entren y tomen posesión de ella" (Deut. 1:8, NTV).

La muerte de Moisés fue una señal de la inminente conquista de la tierra prometida (Jos. 1:1-9). El cruce milagroso del Jordán era una señal visible de la presencia constante de Dios y otra evidencia más de su propósito de darles la tierra prometida (Jos. 3:1-17). Para el momento de la muerte de Josué (Jos. 23:1,14), el Señor le había dado a Israel "toda la tierra qué había jurado dar a sus padres. Tomaron posesión dje ella, y la habitaron. [...] No faltó ni una palabra de todas las bueñas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel. Todo se cumplió" (Jos. 21:43-45; compárese con Jos. 23:14).

El "resto de estos pueblos" (Jos. 23:12, BA) que aún quedaba entre los hebreos se volvió tan impotente, que no representaría ninguna amenaza para ellos mientras se adhirieran fielmente a su Dios (Jos. 23:11-13). A pesar de que partes del país permanecieron en manos de pueblos paganos (Jos. 13:1-6), las promesas se habían cumplido. Dios no había prometido la destrucción inmediata de todos los cananeos, sino su exterminio gradual (Éxo. 23:20,30; Deut. 7:22). En todo esto, el Dios de Israel actuó de manera coherente con su propio carácter.

EL FRACASO DE ISRAEL Y LA PROMESA CONDICIONAL DE RESTAURACIÓN

El cumplimiento de las maravillosas promesas de Dios, incluida la promesa de la tierra, dependía de lá fidelidad de Israel. "Todo esto sucederá si ustedes se aseguran de obedecer lo que dice el Señor su Dios" (Zac. 6:15, NTV). Si los israelitas eran desobedientes, Dios no podría concederles sus bendiciones. Dios no solo retendría las bendiciones, sino que también, en armonía con las estipulaciones del pacto, sacaría a los israelitas de la tierra prometida y los esparciría entre las naciones. Dios nunca quiso castigar a su pueblo (Ose. 41:8, 9), pero su continua infidelidad no le dio otra alternativa. Pero aun así, planificó que el castigo les enseñara lecciones de fidelidad y obediencia.

En el año 722 a.C., cuando la ciudad de Samaría cayó ante los asirios, el reino del norte, Israel, experimentó el cumplimiento de las amenazas divinas (Deut. 28:63-68; 31:20-22; Lev. 26:3-33). Un siglo y medio después, el reino del sur, Judá, fue desmantelado y esparcido por todo el Imperio neobabilónico (2 Rey. 17:7-22).

Pero el exilio del antiguo Israel no significó el fin del plan de Dios para su pueblo, ya que Dios mantuvo la esperanza de la restauración y el regreso a su tierra. El profeta Isaías predijo: "Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el resto de su pueblo que aún quede en Asiría, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar [...] y desde los cuatro confines de la tierra reunirá a los esparcidos de Judá" (Isa. 11:11,12).

Esta promesa prevé el rescate únicamente del "resto" de Israel, en contraste con el rescate anterior de todo Israel de la esclavitud egipcia. La expresión "otra vez" no implica una reunión en un futuro lejano similar al regreso de los judíos al actual estado de Israel, ya que los países y lugares mencionados son territorios a los que llevaron a los antiguos israelitas durante las cautividades asiria y babilónica. La expresión "los cuatro confines de la tierra" se refiere a las cuatro puntos cardinales, correspondientes a los territorios incluidos en el versículo 11. Por lo tanto, la segunda reunión a la que se refiere Isaías fue la que tuvo lugar en la época de los persas. Esta profecía se cumplió con el regreso de los exiliados, según se registra en el libro de Esdras.

No sorprende que el profeta Jeremías, quien ministró durante los últimos años del reino de Judá, presentara un mensaje distinto de la restauración divina de su pueblo. "Habitarán en su propia tierra", les aseguró (Jer. 23:8, NVI). Cuando promete: "Les devolveré la prosperidad" (Jer. 32:44, NTV), el Señor se refiere a la promesa que les había hecho a los patriarcas: "Los dejaré seguir viviendo en este país, en la tierra que di a sus antepasados para siempre" (Jer. 7:7, NVI). Estas promesas de retorno y restauración tienen su base en la relación delpacto: "Yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo" (ver Jer. 7:¿3, NVI; 11:4; 24:7; 30:22; 31:33; 32:38). Debemos tomar esta correlación como el trasfondo histórico a la hora de estudiar el fracaso de Israel, ya esbozado en detalle por Isaías (Isa. 40:2; 42:24; 50:1; 54:7,8), quien también menciona las consecuencias que vendrían como resultado de restablecer una relación genuina de pacto con Dios (Isa. 55:3-5; 54:9,10; 42:6; 49:8). Jeremías también menciona la continua interrelación entre la restauración en su sentido físico y la restauración interna de las personas. Sin una restauración basada en el nuevo pacto "en lo más profundo de ellos", con la ley escrita "en sus corazones" (Jer. 31:31-34, NTV), no puede haber restauración genuina en el sentido físico. El nuevo pacto generará un pueblo nuevo. El arrepentimiento era la condición para recibir y permanecer en posesión de la tierra prometida. "Enmienden su conducta y sus acciones, y yo los dejaré seguir viviendo en este país" (Jer. 7:3 NVI; comparar con Jer. 18:11; 22:3-5). Todas las numerosas promesas de restauración que se encuentran en Jeremías (Jer. 23:1-8; 24:4-7; 30:8,9,18-21; 31:27,28; 32:6-23), así como otras promesas del Antiguo Testamento, están condicionadas a una respuesta de obediencia, bien sea positiva o negativa (Jer. 17:24,27; 18:8-10; 22:5; Zac. 6:15).

EL REMANENTE COMO EL VERDADERO ISRAEL

1 ■

El plan dé Dios para Israel como entidad política y religiosa se vio frustrado por la larga historia de desobediencia e infidelidad de Israel.- Sin embargo, el plan de Dios no estaba realmente frustrado, ya que el verdadero Israel, como Dios continuó revelándolo, es el Israel de la fe y la obediencia. Así que dentro de la entidad nacional del Israel infiel continuaron existiendo personas fieles, israelitas fieles. La evidencia de esto la podemos encontrar en el caso de Elias y los siete mil que no doblaron sus rodillas ante Baal (1 Rey. 19:14,18). De esta manera Elias, juntamente con los que se negaron a doblar sus rodillas ante el ídolo, constituyó el remanente o el verdadero Israel, el verdadero pueblo de Dios. Y ellos existieron dentro de la nación de Israel.

Muchos de los profetas del Antiguo Testamento hablan de este remanente fiel dentro de la propia nación de Israel. "Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de Jehová. El resto de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa" (Sof. 3:12,13). Este verdadero remanente de Israel habrá aceptado la soberanía del Señor (Miq. 4:7;

compárese con Miq. 2:12,13). Son la "simiente santa" (Isa. 6:13), el remanente santo registrado entre los vivientes (Isa. 4:3). Este remanente fiel es una entidad religiosa, no nacional. Posee "un corazón" y un "nuevo espíritu" (Eze. 11:16-21; compárese con Jer. 31:31-34; Eze. 36:26). Estos fieles vivirán bajo los principios y condiciones del nuevo pacto (Jer. 31:31-34).

El propósito de Dios de crear y preservar un remanente fiel dentro de la entidad política nacional de Israel era hacer de este remanente el portador de las promesas de Dios y usarlo como un instrumento divino para declarar la gloria de Dios "entre las naciones" (Isa. 66:19). Este testimonio, dado universalmente a "todas las naciones y lenguas" (Isa. 66:18), llevaría a otros fuera del ámbito de Israel a unirse a los fieles para "adorar al Rey, el Señor de los ejércitos" (Zac. 14:16, NTV). De esta manera, el remanente fiel constituye el verdadero Israel dentro de la nación apóstata de Israel. Se hace evidente entonces que el verdadero Israel es una entidad espiritual, un Israel espiritual que no está ligado por una relación sanguínea a Abraham. Vemos entonces evidencia en el Antiguo Testamento de que Dios esperaba un verdadero Israel espiritual que estaría formado por descendientes de Abraham, así como también por miembros de las naciones gehtiles.

El Nuevo Testamento hace tres referencias claras a "Israel" en las que el término se aplica a la iglesia universal (Rom. 9:4-8; Efe. 2:11-19; Gál. 6:15,16). El Nuevo Testamento afirma claramente que la mera descendencia de sangre de Abraham nunca fue una garantía rigurosa de pertenencia al verdadero Israel. Pablo usó el Antiguo Testamento para demostrar que "no todos los que descienden de Israel son israelitas" (Rom. 9:6). Más bien, el verdadero Israel es "un remanente escogido por gracia" (Rom. 11:5). Es una nueva creación (Gál. 6:15).

LOS HEREDEROS DE LA PROMESA

El apóstol Pablo se esfuerza apasionada y enérgicamente en Gálatas 3 y Romanos 4 en probar que los hombres y las mujeres son salvos por la fe y que "los verdaderos hijos de Abraham son los que ponen su fe en Dios" (Gál. 3:7, NTV). La promesa de la bendición pertenece a los hombres y las mujeres de fe (Gál. 3:9) y no a aquellos que simplemente afirman ser descendientes sanguíneos de Abraham. En la época del apóstol Pablo, los judíos decían que los gentiles podían participar de las bendiciones prometidas a Abraham, siempre y cuando adoraran al Señor y se sometieran a la circuncisión. Sin embargo, el apóstol Pablo insiste en que las Escrituras previeron su participación en las bendiciones prometidas a Abraham desde antes de la introducción de la circuncisión (véase Rom. 4:9-12). Ellos podían disfrutar de las bendiciones prometidas a Abraham como si fueran descendientes o hijbs de Abraham por medio de la fe en Jesucristo. "Si son de Cristo, entonces son descendientes de Abraham y herederos de las promesas que Dios le hizo" (Gál. 3:29, DHH). "Todos los que llegasen a ser por Cristo hijos de la fe habían de ser contados como simiente de Abraham; serían herederos de las promesas del pacto; como Abraham, serían llamados a cumplir y comunicar al mundo la ley de Dios y el evangelio de su Hijo".1

El apóstol Pedro, al igual que Pablo, afirma que la iglesia cristiana no es un grupo nacional con un linaje distinto al de Abraham, sino un pueblo llamado de cada nació'rt, tribu, lengua y pueblo para constituir un verdadero Israel espiritual en todo el mundo. El apóstol Pedro declara: "Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido" (i Ped. 2:9,10, NVI). Pedro afirma que Dios le confirió a la comunidad cristiana los privilegios y las responsabilidades que él quería que el Israel físico y literal de la antigüedad experimentaran y cumplieran.

Pedro le asigna al verdadero pueblo de Dios varios títulos que ya habían sido asignados al Israel literal de la antigüedad. En 1 Pedro 1:1 y 2, y 2:9, hace uso de expresiones como "pueblo elegido" o "linaje escogido" que podemos encontrar en textos como Isaías 43:20. Estos títulos subrayan la elección divina y expresan el destino de la iglesia.

El título "real sacerdocio" (1 Ped. 2:9) tiene su origen en Éxodo 19:6, donde se dice que Israel opera en el plan de Dios como "un reino de sacerdotes" o un reino sacerdotal. Debido a su desobediencia, Israel había perdido su condición de reino sacerdotal; así que ahora el Israel de la fe, la iglesia, integrada por judíos y gentiles, tenía ese papel asignado. Ahora la comunidad de creyentes debía ofrecer a Dios "sacrificios espirituales" (1 Ped.'2:5) y "sacrificios vivos" (Rom. 12:1).

La designación "nación santa" también tiene su origen en Éxodo 19:6 (NVÍ). Ella' nos indica que el verdadero Israel de Dios, en la forma de la comunidad de creyentes que es la iglesia, está totalmente apartado del mundo para representarlo a él en la tierra.

El cuarto título: un "pueblo que pertenece a Dios" (1 Ped. 2:9, NVI) o, en un lenguaje más tradicional, "un pueblo peculiar", deja en claro que Dios adquirió por medio de Cristo esta nueva amalgama de creyentes y la considera su posesión especial. El Israel literal, la entidad política nacional del pasado, fue ciertamente objeto del afecto particular de Dios. Sin embargo, ese afecto ahora lo disfruta el verdadero Israel, la iglesia, que es la comunidad de todos los creyentes.2 Todos los títulos privilegiados que recibió el Israel de antaño ahora se asignan al nuevo Israel de la fe, el Israel espiritual, el verdadero Israel, que es la iglesia compuesta por diferentes razas, naciones y pueblos. La profunda unidad manifestada en la iglesia como raza, nación y pueblo de Dios trasciende todas las barreras y distinciones, ya sean étnicas, sociales, económicas y políticas, porque se basa en Jesucristo. Todos somos uno en Cristo, y todos somos uno con los demás. *

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1  Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 508, 509.

2  Para un estudio más detallado sobre la separación entre el Israel espir ritual y el Israel literal, véase Hans K. LaRondelle, The Israel ofGod in Pro-phecy: Principies ofProphetic: Interpretation (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1983); Gerhard F. Hasel, "Israel in Bible Prophecy"Journal of the Adventist Theological Éiociety 3/1 (1992): pp. 120-155; para una crítica más amplia de la teología dispensacionalista, véase Samuele Bacchiocchi, The Advent Hope for Human Hopelessness (Berrien Springs, MI: Biblical Perspectives, 1986), pp. 214-262.