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COMENTÁRIOS DA LIÇÃO DA ESCOLA SABATINA

PRIMEIRO TRIMESTRE DE 2021


Capítulo 6

¿QUIÉN ES COMO DIOS?

Isaías 13,14,19

Los muchos dioses de los antiguos pueblos del Cercano Oriente formaban parte de una vasta comunidad cósmica.1 Como en la sociedad humana, las relaciones entre estos dioses eran jerárquicas: algunos dioses eran más importantes, más poderosos y tenían dominios más amplios que otros. Ninguno de los antiguos dioses del Cercano Oriente poseía un poder exclusivo.

UN DIOS SIN FRONTERAS

A diferencia de los dioses de los pueblos del antiguo Cercano Oriente, el Dios de Israel -cuyo nombre personal en hebreo es YHWH (probablemente pronunciado algo así como Yahvéh) y que generalmente se traduce como "el Señor"- es (¡no solo era!) muy diferente. No es meramente el Rey de los dioses: él niega el atributo de poder divino, la autoridad e incluso la existencia de cualquier otro ser que pueda llamarse "dios" (Isa. 43:io;

44:6; 45:5); y tampoco permite que la gente los reconozca como tales (Éxo. 20:3).

Aunque YHWH era la deidad nacional de Israel en el sentido de que había hecho un pacto único con los israelitas (Éxo. 19-24), todas las personas del planeta Tierra están sujetas a él desde que creó toda la raza humana (Gén. 1,2). Además, creó el Universo entero, incluidos el Sol, la Luna y las estrellas (Gén. 1) y todas las regiones del cosmos: "el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas" (Apoc. 14:7). Él es el Dios universal e internacional, sin fronteras (Jon. 1:9).

El libro de Isaías comienza por responsabilizar al pueblo del Pacto de Dios, especialmente al de Judá y también a Israel, el Reino del Norte (Isa. 1:1-10:4). Pero, luego afirma su autoridad sobre la nación de Asiría (10:5-34). Él no responsabilizó a los asirios por no haber guardado todas las leyes de su pacto con Israel, que no conocían. Los juzgó por su orgullo y su brutalidad, que vulneraban las normas morales universales (comparar con Lev. 18; Rom. 1:18-32).

Isaías 13 comienza una nueva sección del libro de Isaías, que se indica mediante un recordatorio de la identidad del profeta: "Profecía sobre Babilonia, revelada a Isaías hijo de Amoz" (vers. 1). La recurrencia del término "profecía" (oráculo) también introduce secciones dentro de los-'capítulos 13 al 23. Estos capítulos pronuncian juicios sobre las naciones del antiguo Cercano Oriente, con un enfoque especial sobre Babilonia (13:1-14:23).

Como en el juicio contra Asiría (io:5-34), el Señor acusa a las naciones por ofensas que deberían haber reconocido como pecados, especialmente el orgullo (13:11; 16:6) y la crueldad (14:6). Sin embargo, la mayor parte de estos oráculos proféticos representan dramáticamente el destino de las naciones cuando caen ante los juicios divinos.

La voz profética de Isaías lo deja bien en claro: el Juez de toda la Tierra ha procesado a todas las naciones y las ha encontrado culpables de grandes faltas contra él y contra la humanidad, por lo que merecen un duro castigo o la destrucción (comparar con Rom. 3:23). Por lo tanto, su condena es justa, y no pueden escapar de ella, ya que el Señor es el Soberano supremo, y hasta el poder humano más fuerte y jactancioso no es nada para él (Isa. 17:13).

Aun si los oráculos de Isaías no hubieran llegado a las naciones gentiles a las que fueron dirigidos, sus mensajes debieron haber recalcado a sus compatriotas varios puntos que son muy relevantes para los cristianos modernos del "nuevo pacto". En primer lugar, como parte de la raza humana, no somos mejores que nadie, porque nosotros también hemos pecado. En segundo lugar, si incluso aquellos que están fuera del Pacto de Dios, con conocimiento limitado de los principios correctos, son responsables, entonces nosotros, que estamos dentro del Pacto y a quienes se nos han confiado revelaciones divinas especiales en los escritos inspirados (comparar con Rom. 3:1,2), tenemos mucha más responsabilidad. En tercer lugar, dependemos totalmente de la misericordia de Dios, no de la ayuda de otras personas (Isa. 20:1-6), para nuestra supervivencia, por lo que nuestro mejor curso de acción es confiar en él y aceptar el remedio para nuestros pecados que nos ofrece (comparar con Rom. 3:21-26). En cuarto lugar, si tenemos una relación positiva con él, no debemos temer a nada ni a nadie, porque él tiene poder absoluto para cuidarnos (8:31-39).

Entonces, ¿qué tipo de remedio ofrece el Señor? Isaías previamente comunicó el ofrecimiento gratuito del perdón de Dios a su pueblo del Pacto (Isa. 1:18,19). Ahora, en medio de los oráculos de juicio contra las naciones, Isaías 19:18 al 25 profetiza la misericordia y la bendición divinas para los egipcios y los asirios, que habían sido los principales enemigos del pueblo de Dios (Isa. 7:18). ¡De no creer, a menos que lo leas por ti mismo! ¡Pero Isaías dice que lo adorarán en el futuro!

Esta notable profecía, como otras profecías clásicas (sin incluir las profecías apocalípticas de Daniel y Apocalipsis), era condicional: se cumpliría si los egipcios y los asirios se volvían al Señor. Como resultado, en siglos posteriores, muchos egipcios y asirios aceptaron al Señor y el don de la salvación a través del sacrificio de Cristo. Hoy, los asirios más modernos (algunos de los cuales son amigos del autor de este libro) son cristianos.

Isaías 19 revela el carácter y las intenciones de Dios: está dispuesto a perdonar y a bendecir gratuitamente a las personas de cualquier nación, si aceptan su señorío sin fronteras y lo adoran. El hecho de que egipcios y asirios pudieran alcanzar estas bendiciones implica que también Dios puede derramarlas sobre otros. ¿Qué clase de Dios es este? ¿Quién es como Dios?

PUERTA DE LOS DIOSES

Las profecías de Isaías contra las naciones comienzan pronunciándose sobre Babilonia (Isa. 13:1-14:23). Esto parece sorprendente, porque la mayor amenaza para Judá durante el ministerio de Isaías, en la últipna parte del siglo VIII a.C. y los primeros años del siglo VII a.C., era Asiría (7:17-20; 36:1-37:38), que dominaba Babilonia en ese momento. Pero la visión divina alcanzaba al futuro, cuando el rey neobabilónico Nabucodonosor II pondría fin al reino de Judá, destruiría Jerusalén y el Templo del Señor, y tomaría cautivos a muchos habitantes de Judá (2 Rey. 25; 2 Crón. 36; comparar con Isa. 39:5-7) en el siglo VI a.C., alrededor del año 586 a.C.

El Señor permitió que Babilonia conquistara a Judá, porque su nación del Pacto lo había abandonado (2 Rey. 24:18-25:1; 2 Crón. 36:11-17). Pero, así como responsabilizó a Asiría (la vara de su ira contra su pueblo [Isa. 10:5]), por su orgullo y crueldad (vers. 6-34), también responsabilizó a Babilonia por los mismos pecados (Isa. 13; Dan. 4:27-33).

La Biblia presenta a Babilonia como un ejemplo supremo de orgullo humano desde los primeros tiempos. Después del gran Diluvio, el pueblo construyó la Torre de Babel; es decir, Babilonia (Gén. 11:1-9). En el idioma babilónico, el nombre Babilonia significaba "Puerta de los dioses": un lugar donde los seres humanos tendrían acceso a los dioses. Génesis 11:9 le da un giro peyorativo a la versión hebrea del nombre Babel (Babilonia), al derivarlo de la raíz hebrea b-H que significa "mezclar o confundir", "porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra". De hecho, buscar el acceso a la Deidad de manera incorrecta resulta en confusión, como lo ilustra una miríada de religiones falsas.

La ciudad de Babilonia pasó por varias fases históricas a lo largo de muchos siglos, durante las cuales su importancia política tuvo ascensos y caídas. Pero, llegó a ser un centro dominante de la cultura y la religión mesopotámicas. Nabucodonosor II llevó a cabo un vigoroso programa de construcción para hacer de su capital, Babilonia, una de las maravillas del mundo, de la que estaba orgulloso (Dan. 4:30). Pero el orgullo constituyó la caída de Nabucodonosor (vers. 31-33); finalmente, se recuperó de ello, por la misericordia de Dios (vers. 34-37).

Belsasar, un gobernante neobabilónico posterior que correinó con su padre, Nabonido, no aprendió la lección de Nabucodonosor. En 539 a.C., presidió la última orgía de orgullo de Babilonia. Durante esta gran cena, él y sus invitados bebieron vino de vasijas que habían pertenecido al Templo del Señor en Jerusalén y alabaron a sus dioses (Dan. 5:i-4).

¡No es de extrañar que Isaías 13 sea tan duro con Babilonia! Aquí, la descripción profética de la caída de Babilonia es vivida y aterradora. Se representa como "el día de

Jehová" (vers. 6,9), el momento para que el Dios verdadero finalmente ejecute la justicia retributiva (comparar con Jer. 46:10; Amos 5:18-20; Sof. 1:7,14). "Y Babilonia, hermosura de reinos [...] nunca más será habitada, ni se morará en ella de generación en generación" (Isa. 13:19,20).

De hecho, la cena de Belsasar fue la última, porque el ejército medopersa de Ciro capturó a Babilonia esa noche, y Belsasar fue asesinado (Dan. 5:30). Ciro tomó la ciudad sin pelear ni una batalla, por lo que la ciudad permaneció intacta, pero perdió su independencia para siempre. Babilonia fue decayendo durante varios siglos y fue abandonada progresivamente, hasta el punto en^que el emperador romano Septimio Severo encontró la ciudad completamente desierta en el año 199 d.C.2

¿Por qué Babilonia no fue destruida de repente, como se describe en Isaías 13? Quizá porque la profecía era condicional, como lo era la profecía de Jonás con respecto a la destrucción de Nínive; y Dios, en su misericordia, les dio más tiempo a los babilonios. Además, Isaías 13 podría estar compactando en un solo evento el largo proceso de la desaparición de Babilonia, desde su captura por parte de Ciro hasta su final abandono. ¡

Las referencias a "los medos" que atacan a Babilonia (Isa. 13:17) y a "los caldeos" que poseen Babilonia (vers. 19) aseguran que la conquista medopersa estaba a la vista, al menos en parte. Sin embargo, el versículo 11 señala más allá de los acontecimientos de 539 a.C.: "Y castigaré al mundo por su maldad". Babilonia representa el orgullo humano y la rebelión contra el Señor, que finalmente él destruirá cuando Cristo venga nuevamente a conquistar el planeta Tierra (Apoc. 19:11-21). Poco antes de este evento catastrófico, el poder religioso presuntuoso, inmoral y perseguidor que el libro de Apocalipsis llama "la gran Babilonia" (16:19; 17:5; 18:2,21) colapsará repentinamente (16-18).

Cristo es la única puerta legítima a Dios. Él es el único medio por el que los seres humanos tienen acceso a Dios. Como Jesús dijo a Natanael: "De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre" (Juan 1:51). Con esto, Jesús se identificó con la escalera que Jacob vio en su sueño, que iba de la Tierra al cielo, y los ángeles ascendían y descendían por ella (Gén. 28:12). Cuando Jacob despertó, declaró: "¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo" (vers. 17). Entonces llamó al lugar Betel, que significa "Casa de Dios" (vers. 19). Esta era la verdadera Puerta de Dios, no Babilonia.

"LUCERO, HIJO DE LA MAÑANA" VERSUS MIGUEL

La caída de Babilonia en 539 a.C. fue buena para los habitantes de Judá porque Ciro, el rey persa, poco después los dejó libres para regresar a su tierra natal (2 Crón. 36:22,23; Esd. 1). Isaías 14:1 anticipa este regreso. Los versículos 4 al 21 profetizan un discurso proverbial que el pueblo del Señor dirige contra "el rey de Babilonia" (vers. 4), para celebrar su liberación por parte de Dios de la despiadada opresión de este rey. En una imagen verbal realmente sombría, el monarca, otrora poderoso y glorioso, es llevado al Seol, el lugar de los muertos, con una cama de gusanos y mantas de larvas (vers. 11).

Los siguientes versículos son asombrosos:

¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que

debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo (vers. 12-14).

Ningún rey del Imperio Neobabilónico había dicho esto, ni se atrevería a pensarlo. Incluso el arrogante Belsasar alabó a sus dioses (Dan. 5: 4); no intentó ocupar el lugar de una deidad menor, ni mucho menos del Djos altísimo y celestial.

Parece evidente que estas palabras trascienden a un rey humano de la antigua Babilonia, tal como Isaías 13:11 señala a un acontecimiento global más allá de la caída de esta ciudad en 539 a.C. Pero ¿quién se atrevería siquiera a pensar en reemplazar al Señor mismo? Apocalipsis 12 identifica a alguien que luchó contra las fuerzas celestiales de Dios, en un intento de tomar el control: "el gran dragón, la serpiente antigua", que luchó contra "Miguel y sus ángeles" en el cielo. Pero "no prevalecieron" y "fueron arrojados" a la Tierra (vers. 7-9). El dragón "se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero" (vers. 9). Tenía tal magnificencia que fue llamado "Lucero, hijo de la mañana" (I£a. I4:i2).3 Pero, su orgullosa ambición de ascender por sobre las nubes hasta la misma posición del Altísimo -ambición que lo llevó a su cruel reinado de terror sobre la Tierra, incluso a través de los reyes humanos de Babilonia- lo llevará al Seol, que es el lugar de los muertos (Isa. 14:15-17).

El mensaje de Isaías contiene advertencias y esperanza para el pueblo del Señor de todas las edades. La advertencia es que el orgullo viene antes de la caída (ver Prov. 16:18). Satanás nos tienta a sentirnos orgullosos como él, a suponer que somos nuestros propios dueños y quienes estamos a cargo de nuestro destino. Pero Dios promete derribar tanta arrogancia con un-poderoso estruendo.

La esperanza divinamente garantizada es que el Señor pondrá fin al poder opresivo del mal satánico (comparar con Isa. 27:1: "al leviatán serpiente veloz [...] y matará al dragón que está en el mar"), junto con sus agentes despiadados demoníacos (anteriormente angelicales) y humanos. Para reforzar esta esperanza, Isaías 24 al 27 continúa profetizando la conquista de la Tierra por parte de Dios, lo que trae como resultado su desolación (Isa. 24) y el castigo de "los reyes de la tierra" (vers. 21). Su pueblo recibirá a Dios y exclamará: "He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación" (25:9). En ese momento, "destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros" (vers. 8; comparar con Apoc. 21:4).

Según Daniel 12, la aparición de "Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo" (vers. 1), conducirá a la liberación del pueblo leal de Dios. Fue Miguel, el Comandante del ejército de los ángeles de Dios, quien derrotó a Satanás en el cielo (Apoc. 12), y Miguel lo derrotará en la Tierra. Satanás quería ser como Dios (Isa. 14:14), pero el nombre Miguel significa "¿Quién es como Dios?" Esta puede entenderse como una pregunta retórica. La respuesta es: ¡Nadie más que Dios mismo!

f

aux

1  Ver, por ejemplo, Karel van der Toorn, Bob Becking y Pieter W. van der Horst, eds., Dictionary of Deitíes and Demons in the Bible (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1999).

2  Georges Roux, Ancierit Iraq (Londres, Inglaterra: Penguin Books, 1980), pp. 357,358,377, 378,389.

3  Para un análisis detallado de Isaías 14:12 al 15 y el pasaje paralelo de Ezequiel 28:12 al 19, que permiten concluir que están describiendo la caída de Satanás, ver José M. Bertoluci, "The Son of the Morning and the Guardian Cherub ¡n the Context of the Controversy Between Good and Evil" (tesis doctoral, Andrews University, 1985), https://digitalcommons.andrews.edu/ cgi/viewcontent.cgi?article=1016&context=dissertations.